Sobre nosotras

                                                                                     
Cuando empiezas la carrera de arquitectura, automáticamente, tu subconsciente dibuja una línea imaginaria de meta que, más tarde que temprano, sabes que cruzarás.

Durante estos 7 años se me ha empujado a visualizar mi proyecto de fin de máster como un billete a, poco menos que, la tierra prometida. Una nueva vida digna de anuncio de inmobiliaria hortera en el que no hay pandemias que valgan.

Así que aquí estoy, con mis títulos universitarios bajo el brazo y una cuarentena disfrazada de paro al que no tengo derecho, que se alargará hasta Dios sabe cuándo. Por eso, he decidido hacer caso a mi abuelo; que, aunque no pueda verle, aparece cuando más le necesito en forma de refrán: “Hace más el que quiere que el que puede”, me dijo ayer. Y yo ya me he tatuado esa frase en la frente.

Mi amiga Adela me ha acompañado desde 2013 hasta hoy en todos los pasos que he ido dando, y creo que todo lo que acabo de decir ella podría retweetearlo sin leerlo dos veces.

El otro día, nos vídeollamamos mientras hacíamos una de las cosas que más nos gusta, pintar. Y hablábamos de cuánto había cambiado nuestra vida en los últimos dos meses: presentamos nuestro TFM con 24 horas de diferencia, y a los 15 días nos estábamos subiendo a un avión rumbo Japón. Un viaje-tregua entre máster y confinamiento.

Ahora llenábamos nuestras horas pintando y leyendo. Y es que, para seguir con el paralelismo de nuestras vidas, a las dos, personas que queremos mucho, nos habían encargado el diseño de sus invitaciones de boda. Y fue en ese momento, cuando vimos una oportunidad vía FaceTime.

Así que aquí, compartimos con vosotros una parte de lo que estamos construyendo, y esperamos que os guste tanto como a nosotras.

Kuramae es la estación de metro más cercana a nuestro hostal de Tokyo, un trocito de casa en nuestra tregua, y la verdad es que no quiero que se me olvide nunca.
 
Rocío
6.5.2020